Hoy
tiene 20 años, dos hijos y 30 años de condena por delitos como
homicidio, robo, porte de armas y secuestro. La espalda de Lucía está
cubierta de tatuajes que simbolizan sus grandes hazañas como una de las
líderes de la pandilla y que en ocho años la llevaron a ser merecedora
del alias “The devil”.
-The devil (el diablo) así la conocen también aquí en la cárcel. ¿Qué le llevó a escogerlo?
-No
lo escogí yo, sino los jefes. El alias te lo ganas con tus actos, con
las tareas que te asignan y la forma en que las cumples.
-¿Y cuáles eran sus responsabilidades?
-Yo
me gané el sitio dentro de las filas. Era ruda y valiente. En general, a
las mujeres nos toca hacer casi lo mismo que a los hombres: robar,
vender drogas, armas, organizar algún secuestro y asesinar, claro.
-¿Cuánto ganaba luego de participar en un robo?
-Depende. Si era uno grande, de un supermercado o un banco, pues me tocaban 700 dólares.
-En El Salvador es ilegal portar armas. ¿De dónde las sacaban?
-Tengo a mi mamá y mis hijas afuera, y si quiero que estén bien y vivas, mejor no contestar a esa pregunta.
-¿Qué le hizo comenzar su vida como pandillera?
-Yo
tenía 11 años. Vivía con mi mamá y su marido. Este hombre bebía mucho y
era violento. Mi mamá estaba todo el día fuera, yo me quedaba en la
casa con este hombre que me hacía mucho daño, casi nunca había qué
comer, y un día comencé a quedarme más tiempo por la calle al salir de
la escuela. Deambulaba por mi barrio, hasta que veía bajar a mi mamá del
autobús, y a partir de allí sí que quería regresar a casa a comer algo y
dormir.
-¿Y en la calle conoció a miembros de la Mara Salvatrucha?
-Sí.
Comencé a tener amigos sin saber exactamente qué era ese grupo. Ahora
lo pienso, y todos los niños de mi barrio fuimos reclutados para ser
pandilleros.
-La Mara Salvatrucha tiene métodos violentos que denominan “bautizos”. ¿Cómo ocurrió en su caso?
-Yo
tenía 12 años, cuando estaba en el colegio. Llegó un chico mayor que yo
y me entregó un celular, me dijo que el “jefe” quería hablar conmigo.
En cuanto contesté, me explicó que ya era hora de ser parte de la
Salvatrucha, que eso era un honor, así que en dos días tenía que ir a un
local abandonado, que quedaba en mi barrio. Allí me esperaron 12
chicos, y el “jefe” me dijo que tenía que demostrar primero si era una
mujer fuerte, así que me violaron uno a uno. De ese día recuerdo que
lloré de dolor hasta que perdí el conocimiento. Al final de la tarde me
dejaron tirada y todos se fueron a beber ron afuera de la casa. Como
pude me levanté y me fui a casa, tuve dolores durante 15 días. El “jefe”
me dijo que no me asustara, que había demostrado mucha valentía y que
ya era uno de ellos, que nada malo me iba a ocurrir.
-Y a los 12 años, ¿Cómo asumió lo que estaba viviendo?
-En
el barrio era parte de la rutina, de la forma de socializar, de
sobrevivir. A mí nadie me dijo que era bueno o era malo. A los 12 años
aprendí a ser una asesina, pensaba que era la mejor forma de defenderte,
de ser del grupo fuerte y no del débil.
-A los 15 años quedó embarazada. ¿Eso influyó de alguna forma?
-No.
Porque el padre de mi primera hija es el “Jefe”, con él me sentía la
mujer más protegida del mundo. Aunque me violó, yo eso lo concebí como
amor, es lo que tiene ser tan débil y estar alejada de Dios.
-¿Intentó salir alguna vez?
-Sí, sí, varias veces. Incluso mi mamá vino a buscarme más de una vez.
-¿Y qué pasó?
-Que
mis dos hijos necesitaban comer, que yo estaba tatuada y eso todo el
mundo sabe que es por que perteneces a una Mara, y porque ya la policía
me había detenido varias veces, y con estos antecedentes nadie te da
trabajo. Un día, me encontré que no tenía pañales para mi segunda bebé,
que apenas tenía una semana. Le pedí dinero a su papá y éste me obligó a
que lo acompañara a asaltar la casa de una anciana y nos detuvieron.
-La condenaron a 35 años de prisión. ¿Qué significa para usted?
-La cárcel es lo mejor que me ha pasado. Aunque suene raro decirlo.
-¿Por qué?
-Porque
estaría muerta o haciendo aun daño a la gente, y mis dos hijitas se
criarían en un ambiente feo, violento. Ninguno de los tres escenarios me
gusta, aquí estoy a salvo, mis hijas están con mi mamá, que por suerte
ya no vive con mi padrastro.
Ahora me queda estudiar, orar,
aprender un oficio. Si me porto bien, en 10 años podré salir con un
beneficio de libertad condicional, y trabajar para que a mis hijas nunca
les falte nada.
-Los gobiernos de Centroamérica insisten en crear políticas para acabar con las pandillas. ¿Qué propondría?
-Que
hagan políticas para que niñas como mis hijas no tengan como primera
opción de vida ser unas pandilleras. Aquí hay hambre y ese es el
principio de todo.
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